PERFIL DE UN
PERSONAJE.
Augusto César
Beccar Varela nació en San Isidro en 1951, en el seno de una familia de muy
buena posición económica. Estudió en colegios privados bilingües y jugó al
rugby. Se lo recuerda como un muchacho de carácter firme, capaz de imponer su
voluntad, dispuesto a transgredir las normas de convivencia, a pesar de su
apariencia respetuosa y sus modales cuidados. Las buenas relaciones de la
familia con jueces, funcionarios, policías y militares le permitieron manejarse
en los bordes de la ley.
Cursó la carrera de
Arquitectura, se recibió en siete años, y empezó a trabajar en las empresas de
la familia, dedicada a la construcción, inmobiliaria, actividad agropecuaria y
algunas industrias. En esa época fue
denunciado por una reina de belleza, quien sostenía que Augusto la había
violado. Tras un proceso con fuertes irregularidades, fue absuelto, luego de
que la víctima se retractara y firmara por un resarcimiento económico, lo que
generó firmes sospechas por las amenazas que ella y sus padres sufrieron. Fue
el típico caso en que una familia avalada por el poder policial y económico
sometía con total impunidad a otras personas sin esas influencias.
Con los sucesivos
golpes militares, la familia siempre continuó con sus negocios. La llegada de
la democracia en 1983 lo encuentra consolidado económicamente, casado y padre
de dos hijas. Su último espaldarazo fue
la asunción de Menem como presidente, gracias al que realizó grandes obras en
Puerto Madero. En 1994 una nueva denuncia por violación dio lugar a que su padre
y un juez miembro de una cámara federal le recomendaran que se fuera a vivir a
otra ciudad. Rosario fue la ciudad elegida, donde la empresa estaba ejecutando
barrios privados en la zona de Funes. En 1995 compró ochenta hectáreas para
construir un barrio cerrado de primer nivel, el más exclusivo de todos, al que
hoy se lo conoce como El Country. Allí construyó rápidamente su propia
vivienda, quincho, jardín de invierno y tres piletas, reservándose en total dos
hectáreas de terreno para canchas y parque. En esa época falleció su padre. Después de
superar el período de duelo, llevó a vivir a Rosario, para que trabaje con él,
al Señor Jorge Arizmendi, un contador práctico, un hombre intachable y de
extrema confianza de su padre, un excelente administrador general, y por sobre
todas las cosas, totalmente discreto. Arizmendi había enviudado y vino a
Rosario con su hija, Florencia, de alrededor de 30 años, una joven muy bella,
especializada en kinesiología y masajes.
Se instalaron en un departamento en Rosario, la joven empezó a trabajar
en el centro, y su padre se desplazaba en un auto a Funes a trabajar con Beccar
Varela en los aspectos administrativos y comerciales relacionados con la
construcción de casas y demás obras del country. Este sabio y experimentado
hombre empezó a notar cómo Augusto se iba transformando cada vez más en un
inescrupuloso y pervertido, rasgos que su padre no tenía, o en todo caso sabía
disimular muy bien. Las primeras
exteriorizaciones fueron reacciones violentas, hacia su esposa, María Eugenia
González del Solar, y hacia colaboradores más directos. Incluso tomó conocimiento de una feroz golpiza
que le dio a Eugenia porque ella había ingresado en un sector del quincho al
que Augusto no permitía que nadie entre. El quincho tenía grandes superficies,
era de unos diez metros por veinticinco, y en un tramo del primer piso, bien
disimulado por enredaderas, tenía una planta de unos cien metros cuadrados
donde estaba terminantemente prohibido entrar; no se sabía en un primer momento
qué secretos se guardaban allí.
Otra tremenda
acción que conoció don Jorge fue la tortura a la que sometió a un contratista
que había incurrido en graves incumplimientos para obras esenciales del Country.
A este hombre lo llevaron a la pileta de invierno, donde Beccar criaba
palometas. Entre las vigas del techo, había
unas poleas. Beccar y dos colaboradores colgaron al incumplidor, desnudo, con
las piernas y los brazos atados, en posición horizontal y boca abajo. Lo
bajaron lentamente y lo acercaron a unos veinte centímetros del agua. Los
genitales de la víctima colgaban hacia abajo; algunas palometas saltaban a dar
mordiscones. Las poleas permitían subir y bajar al infeliz. Luego de unos
minutos, lo sumergieron unos centímetros, las palometas empezaron a morder cada
vez más, volvieron a subirlo, el hombre tenía muchas heridas y sangraba
profusamente. Lo bajaron por última vez, las palometas lo devoraron. Los dos
colaboradores se encargaron de hacer desaparecer los restos en un relleno
sanitario cercano. A partir de este momento, Arizmendi supo que Beccar ya no tenía límites. Lo preocupaba que
su hija había empezado a hacerle un tratamiento de masajes a Augusto,
sospechaba que había algo más que eso…
El quincho de
Beccar se destacaba porque allí se reunían personas de la alta sociedad,
adinerados, doble apellido, autos lujosos, joyas, mujeres bellas y muy bien
vestidas. Se servían los mejores vinos y la comida era provista por empresas de
catering de primer nivel. Además Beccar
era un aficionado a las picadas, consideraba que sus picadas eran las más
ricas, los sábados al atardecer solía convocar a amigos, algunos venían de
Buenos Aires, otros eran nuevas relaciones de Rosario. “Nunca tomé vinos ni
probé quesos o fiambres tan ricos como estos”, decía un allegado.
La esposa de Beccar
regresó a San Isidro, donde las niñas empezaron a ir a la escuela, la familia
seguía aparentemente unida y se reunían los fines de semana. Con más libertad
de movimientos, Beccar incursionó en otras actividades, tráfico de armas y de drogas.
Convirtió la planta alta de su quincho en un búnker, donde tenía dinero, computadoras,
datos, pistolas y estupefacientes.
En esos días lo
visitó uno de los amigos de la infancia, Juan Martín Álzaga Unzué, que no
andaba bien económicamente. Tiempo atrás Beccar le había firmado la garantía
por un crédito personal, el cual estaba en mora. Martincito le pidió a Augusto
ayuda extra, que lo perdone y que lo banque.
- Mirá, por lo de
la mora, olvidáte, para algo somos amigos. Bienes tenemos, muchos, lo que no tengo
tanto es liquidez, el barrio es una inversión que tiene gran retorno pero a un
par de años más, por ahora estoy poniendo casi todo acá dentro, quiero hacer el
mejor country del interior del país. De todos modos hay otras cosas que te pueden ayudar
y mucho… Te voy a presentar a un hombre que se llama Juan Erdozaín.
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MT/mq