IDIOTA DE RADIO
Un compañero de trabajo escucha
radio, AM. Está un poco sordo, pone la radio cada vez más fuerte. Prefiero
escuchar música y que hablen poco, pero mi compañero dice que a él lo
entretiene lo que dicen, con música sola se aburre.
Hace poco apareció un conductor
reemplazante en un programa que arranca a las diez de la mañana. El tipejo es
insoportable, me dio la idea de describir a un idiota de radio típico. El tipo
empieza con una euforia irrefrenable, saluda a su equipo y critica a aquellos
que vienen con un entusiasmo más moderado.
“Eh! ¿Así va a saludar?. Parece
deprimido, salude con más alegría. Si arranca así un viernes a las diez de la
mañana, se imagina cómo va a volver el lunes”.
El tipo es verborrágico, mete
palabras y más palabras, aunque no hagan falta. Opina de todo, si hay un tsunami
habla del clima. Ante una devaluación es experto en economía, también
periodista deportivo, astrólogo, curandero, escribano, urbanista. Cuando hablan
los otros panelistas, el tipo habla encima, interrumpe, opina: “no te olvides
de decir que …”
El forro este no tiene ética.
Cuando le conviene tiene certezas, y no deja que sus compañeros duden. “Qué,
Usted no sabe que en la construcción se negrea el cincuenta por ciento, pasa en
todos los edificios, cómo no sabe”. Cuando
otro tiene certezas, él se permite dudar. “Bueno, dejemos ese tema a los
especialistas, no saquemos conclusiones de manera imprudente”.
Si el programa va cayendo un
poco, el tipo recurre a su alegría fingida, aplaude, pega unos gritos, pone onda.
Pide al musicalizador un tema movido. “No, ese no, parece un velorio. A ver si
me entiende, a despertar muchachos. Sí, ese sí, algo va aprendiendo nuestro asistente...”.
Tararea y canta arriba del tema. La noticia es él y su buena onda, sus pronósticos,
sus gustos.
En determinado momento el idiota
de radio se hace tan insoportable que parece una corneta, se escucha un ruido permanente, molesto e indefinido. Con su voz gangosa,
sus palabras torpes y sus ideas estúpidas, genera ganas de darle unos golpes.
Es preferible la corneta del churrero.
Por suerte todo termina, y el
programa va llegando a su fin, el idiota de radio pasa por todos sus panelistas,
pidiendo la última noticia a cada uno. Celebra el programa hecho, el idiota de
radio no es consciente de su propia torpeza e ignorancia. Se despide eufórico, como
empezó, invitando a todos para mañana a las diez, a pasar juntos otro
maravilloso par de horas.
En Rosario son varios los idiotas
de radio. Gerardo Scarcello, de locutor sobrio en Frecuencia Plus a crítico
ignorante y desbocado en Lt3. Flavia Padín, gangosa, autorreferencial y fundamentalmente
burra. Claudio Ghiglione, basura humana, loro repetidor de frases presuntuosas,
pero que todavía no aprendió que una cosa es el barniz y otra la cultura (Oscar
Wilde). Sigue una larga lista. Alberto Lotuff, gran pavote que se cree
cantante.
Para terminar, algo sobre el pseudo
programa “Uno entre mil”, donde un par de adolescentes bastante burros hablan
de sí mismos. Juan Manuel Almada es un boludo que desconoce aspectos básicos de
la lengua (dice "si tendría", en lugar de "si tuviera"), y el peor de todos es su
compañero Román Fiori, forro pelotudo e ignorante de aquellos. Imbécil inconsciente
que recurre a golpes muy bajos. Hace poco un señor de apellido Sica hablaba muy correctamente de su viaje por Japón, y Román al pasar dijo riéndose “recibieron
dos bombas atómicas”. Años atrás lo había escuchado hablar asquerosamente del
fallecimiento de una persona. No entiendo cómo esa basura sin moral ocupa un
lugar en una radio, con su vocecita insoportable y su desconocimiento irremontable.
Tampoco sé qué hace con ellos mi compañero Claudio Socolsky, a ese sí lo banco, de Página 12.
Ya que nos acercamos al tema del diario, quiero destacar tres idiotas de diarios:
Sebastián Riestra, Jorge Salum y Eugenia Langone, todavía estoy esperando que aclaren
una noticia sobre una carta.
Cordiales saludos.
Manuel Quaranta.
Miguel Tardewski.