Hechos que sucedieron en breves instantes,
escritos rápidamente, para olvidar muy pronto.
Tengo un autito rojo, estoy contento, me
lleva, nos lleva, lo disfrutamos.
Tenía que sacar unas fotocopias, salgo con el
auto, me dispongo a estacionar, hay varios garages, poco lugar disponible, veo
que un auto está por salir. Espero detrás de él, tapando el ingreso de dos
cocheras de edificios contiguos. El conductor se demora, baja a guardar algo en
el baúl, y vuelve a subir, ahora sí, parece que se va. En ese momento, un
fletero, con una camioneta muy vieja, tal vez modelo setenta, muy deteriorada,
para en doble fila al lado mío. Pienso que quiere estacionar, que no se dio
cuenta de que yo también y que me corresponde el lugar. Bajo mi ventanilla para
avisarle, pero mi auto es muy bajo y la camioneta muy alta, apenas veo al
conductor. El auto de adelante termina de salir. El de la camioneta se
adelanta, dobla un poco hacia la derecha y luego hacia la izquierda, dejando el
vehículo en diagonal, para poder recular y estacionar. Yo me adelanto un poco,
pongo balizas, saco la mano por la ventanilla. El otro sigue retrocediendo, me
impacta, me bajo, me acerco…
- Qué hacé, me apura.
- Buen día, disculpe, yo estaba esperando para
estacionar, hace cinco minutos, estaba esperando que se vaya el auto azul que
salió recién, le digo algo nervioso, repitiendo verbos.
- Etá loco, pibe, dice con más prepotencia, el
auto salió y ete lugar e mío, vo taba parado atrá.
- No, digo sí, estaba esperando, el lugar me
corresponde.
- Qué te pasa idiota!, grita y se baja.
- Espere, podemos entendernos conversando.
- Ja! Conversando te via dá.
Tira un golpe muy fuerte, a mi pómulo
izquierdo.
- No, espere. Trato de levantar los brazos
para cubrirme.
Sigue golpeando, al otro pómulo, al ojo derecho,
al izquierdo, a la mandíbula, y me remata con otro al estómago. Caigo al piso,
me arrastra unos metros por el pavimento, diciendo "¡Qué flojita! ¡Ja ja ja! ¡María Manteca!" Me deja
tirado. Carga unos muebles y se va lo más tranquilo.
Quedo dolorido, confundido, casi llorando, humillado.
Trato de reconstruir los hechos, hace tan solo instantes estaba por sacar
fotocopias para la charla de pasado mañana. Intento algo de buen humor y pienso
que me van a presentar así: Manuel Quaranta, Licenciado en Filosofía, Ojos
Morados.
En tan pocos segundos, sin pensarlo, pasan
estas cosas, casi imprevisibles, ya no se puede volver atrás.
Sigo con mucho dolor, me llevan a un
sanatorio, tengo que quedar un día en observación; también me ve una
odontóloga, ya que el golpe en la mandíbula me aflojó dos muelas. Me anestesian
….
Entre pensamientos confusos, pienso en Borges
y los compadritos, que hace un tiempo hice la travesura de intervenir el cuento
El Sur (yo estoy en un sanatorio, sin pensarlo, sin preverlo) y ahora vino el
cuento Juan Muraña y me intervino a mí. No tengo cómo retomar ese cuento ni
nadie para que me lo lea, solo un caos en mi memoria que puede evocar, no sin
deformación, lo siguiente:
Borges narra que se encuentra con Trápani, tal
vez en un tren; este lo llama, lo chista. Fueron compañeros de primaria, nunca
simpatizaron. Se inicia una de esas conversaciones que se empeñan en recordar
hechos inútiles o que revelan la muerte de un condiscípulo. Luego Trápani le
dice que vio su libro sobre Carriego.
T – Ahí hablás todo el tiempo de malevos,
decíme Borges, vos, ¿qué podés saber de malevos?.
B – Me he documentado.
T – Documentado es la palabra. Yo conocí esa
gente.
Y le narra la historia de su tío, Juan Muraña.
Vuelvo a llorar, a mí no me narraron ninguna historia, me la hicieron
realidad cuando me emparcharon la cara a piñas. Trato de ligar y tramitar este
real. Tengo un tema más para ilustrar mi
conferencia sobre “Economía, ética, discriminación y sociedad en el Siglo XXI”,
aunque todavía no sé cómo articularlo con este hecho que me sucedió y el crimen
del propietario perpetrado por el cuchillo de Muraña.
MT/ mq.-
cambian los espacios, los tiempos, las tecnologías. el hombre es siempre el mismo. filósofo, analfabeto, tímido, expansivo. que todos tenemos razón, escapa a la lógica. solo respetamos si hay reglas, las reglas no nos gustan y no nos gustan los que las ponen, y a los que las ponen tampoco les gustan cuando les caben a ellos y así seguimos, más o menos como en el principio de los tiempos.
ResponderEliminarexquisito comentario, gracias Jorgelina !
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