En esta sección
inauguramos la publicación de algunos textos eróticos o pornográficos. Son
simples ejercicios hechos para algunos concursos realizados por la web, a los
que aún no llegué a enviar ningún trabajo. Nunca falta un amigo que los lea, en
este caso mi amigo Martín los lee, se divierte y los califica de porno pueril.
NOTA: voy a
publicar en total tres textos de este género, van de menor a mayor.
Milonga del primer
porno
Que se erectó, nos
da igual
En las teclas de
Quaranta
En la pluma de
Tardewski.
El empresario
trabajaba mucho, y su único objetivo parecía ser el lucro. Tenía carácter
difícil, estaba separado, veía de vez en cuando a sus dos hijos. El trato con
la gente, clientes, proveedores y empleados era difícil y no eran infrecuentes
los exabruptos y las malas reacciones. Le quedaban algunos amigos. Uno de
ellos, Mateo, le dijo: “Pepe, tenés un estrés tremendo, pero peor que eso es
que entraste en una cadena de pérdida de armonía. Tenés que ver a esta profesora de yoga, te
dejo la tarjeta”.
“Alguna vez iré”,
respondió irónicamente.
“Alguna vez no, yo
mañana te vengo a buscar a la salida de tu empresa, traéte ropa suelta y
deportiva, el último turno es de 8
a 9 de la noche. Si no hacemos esto, vos no salís más”,
dijo Mateo, preocupado.
“Salir de qué,
boludo!”, contestó Pepe irritado.
“Justamente, de
esta clase de reacciones, mañana paso a buscarte a las siete y media, te quiero
encontrar con el bolsito, y mejor onda. Ah!, no te vas a arrepentir”, dijo
mientras se iba, con un guiño.
Al día siguiente,
Mateo pasó unos minutos antes de la hora convenida. Pepe estaba inflamado con
muchas cuestiones de trabajo. “Cerrá todo, mañana seguís, lo más importante
ahora sos vos.”
- ”No sabés los
quilombos que tengo, hay tantas cosas para hacer”.
“Sí – contestó
Mateo . El quilombo que tenés es un espiral de negatividad, y lo más importante
que tenés para hacer es empezar una actividad que te va a dar salud, armonía y
equilibrio. Veníte conmigo al auto ahora”.
Llegaron al
gimnasio. ”Este es mi amigo Pepe”, dijo Mateo. Silvia, la profesora de
yoga, se presentó sola, saludó a ambos
con un beso muy tierno, con mucho estilo. El aroma de Silvia era exquisito, su
paz espiritual, su voz segura, su armonía, impactaron a Pepe, que ya empezaba a
cambiar su mala predisposición.
El ambiente era muy
especial, casi penumbras, cortinas de varios colores, murales con paisajes e
imágenes muy tranquilizadoras. “Acá tratamos a hacer silencio, o hablar en voz
muy baja, no hacemos casi ruido”, dijo Sil.
Pepe empezó a
percibir la paz y la tranquilidad.
En la clase le tocó
el lugar más alejado de la profe. Trató de hacer los ejercicios, de a poco como
le habían indicado. Silvi se acercó varias veces a él, lo controlaba, lo
alentaba. Al final de la clase, lo invitó a quedarse diez minutos más, para
trabajar en unos ejercicios de
respiración.
Pepe se entusiasmó
mucho, y de a poco empezó a tener pequeños cambios. No faltó a ninguna clase en
el primer mes. Trató de cultivar la armonía y la tolerancia, y salir del
espiral de negatividad como le decía su amigo Mateo. Además, Silvia era una mujer muy interesante
y enigmática. Tan cercana en algunos aspectos, su calidez, su preocupación por
sus alumnos, su estilo, su voz, su cuerpo tan atractivo, su rostro tan calmo y
singular. Pepe empezaba a enamorarse de la profe.
Un martes ella le
dijo que la próxima clase fuera a las 9. Al llegar se iban todos. Silvi lo
saludó y le dijo: “hoy te quiero dedicar una clase especial. Has tenido
asistencia perfecta durante el mes, y eso merece un reconocimiento. Vamos a
repasar algunas técnicas, y al final podés tener una sorpresa....”
Trabajaron en
distintas técnicas, posiciones, elongaciones, fue una gimnasia muy exhaustiva,
al final hicieron trabajos de respiración y relajación. Ella insistía en que
esta era un punto en que él debía seguir ejercitándose, y agregó:
“Bien, ahora vamos
a hacer una relajación anal, vení, vamos al vestuario, que nos bañamos juntos.”
Ella se dirigió al
vestuario, y él fue detrás. Ella empezó a desvestirse, mientras él estaba
perplejo. Ya toda desnudita, ella caminó unos pasos hacia las duchas, y se dio
vuelta hacia él mirándolo con una sonrisa muy sugestiva. “¿Pensás desnudarte,
o querés bañarte con la ropa puesta?. Si
no te sentís cómodo, te pido disculpas y te espero la clase que viene”.
- “No, discúlpame
vos, vamos a las duchas”. Él se desvistió, y se le recontra paró la pija. Sil
lo miraba de una manera muy especial, globalmente, y con una sonrisa muy
natural, pero no hizo referencia a su erección. Ella sacó de un bolso productos
con bello aroma, para hacer espuma, se enjabonó bien, y se los pasó a él. El
agua era abundante y tibia, se bañaron un buen rato sin tocarse, en dos duchas
contiguas, hasta que ella le dijo “cerrá esa ducha, y vení a esta”. El
obedeció. “Apoyate contra este borde, de espaldas hacia mí.” Ella empezó a masajearle la espalda, y bajó
hasta las nalgas. “Abrí la piernas, y relajáte”. Le tocó la raya del culo, y se
colocó un guante. Empezó a jugar con el agujerito, le metía un dedo, luego dos.
“Relajáte”. Entraba y salía, jugaba por dentro y por fuera. “Para nosotras el
culo es muy importante, es una fuente de sensaciones muy rica, y de placeres a
los que no hay que renunciar, ¿qué sentís?”. – “Mucho placer”, dijo él. –“Bueno, relajáte y seguí disfrutando”. Ella
lo siguió manoseando un muy buen rato, hasta que le dijo. “Ahora que
aprendiste, hacémelo vos a mí”. Ella se puso de espaldas, se abrió de piernas y
ofreció su colita perfecta.
El ya no veía nada
de tanta calentura, empezó a tocarla, pero le temblaban un poco las manos.
“Tranquilo”, dijo ella, “¿hay algo que no te guste o que te moleste?”.
“No, al contrario”,
él tomó más confianza, la empezó a franelear, le metió un dedo, luego otro, y
hasta el tercero, luego los sacó y le mandó la pija. Ella se retiró, y le dijo,
“no, así no, una cosa es la relajación anal, y otra el sexo anal. A este punto
aún no hemos llegado, tal vez más adelante... Ahora me voy a vestir porque me
viene a buscar mi novio”.
Él quedó como loco,
también se vistió. Siguió yendo
puntualmente a todas las clases, cumplía con todas las indicaciones, a la
espera de una nueva sorpresa. Ella lo siguió tratando como siempre, como si no
hubiera ocurrido nada que los alejase.
Esta forma de tratarlo era la gran esperanza para él, que ahora veía un
costo más que acarrea no saber controlarse y relajarse... “No hay tiempo que no se acabe, ni tiento que
no se corte...”
MT/mq.-
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